¿Estas desorientado? ¿Cansado de esforzarte y no llegar?¿Insatisfecho contigo o con los demás? ¿Te cuesta identificar tus prioridades y cumplir tus metas? ¿y tu autoestima? Tal vez un proceso de coaching te pueda ayudar.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Sociedad del éxito, sociedad del fracaso

Apreciado Amigo, me he quedado con ganas de profundizar contigo en esta cuestión. De conocer cual es tu concepto de éxito. Y cuales son los peligros que identificas en una sociedad del éxito. Creo que ello nos llevaría a establecer un punto opuesto con el que poder comparar: la sociedad del fracaso. Ambos extremos los tendríamos que definir y analizar, ¿Cual es el papel que cada individuo juega en cada una de estas sociedades? ¿Cual sería la situación más enriquecedora para el individuo? Ojo, la respuesta no es obvia, ni mucho menos. Con frecuencia se aprende mucho más de un fracaso que de un éxito. ¿Tú que opinas?

4 comentarios:

David dijo...

Bonita justificación, para salir airosos de un fracaso, pensar que éste nos enseña más que el éxito. Cierto es que el fracaso nos enseña qué NO tenemos que hacer, pero cierto es también que el éxito nos enseña lo que SÍ hemos hecho bien. Del mismo modo que unos desesperan ante el fracaso mientras otros se ofuscan frente al éxito. Se aprende de ambos por igual.

Pero, lo que es más importante:

Entendiendo el éxito como la consecución de nuestros objetivos, en lo cual creo que todos coincidimos, es obvio preguntarnos quién y de qué manera los pone, ya que de ello dependerá nuestra felicidad. Qué lindo sería que los decidiéramos nosotros libremente. Ante la dificultad, sólo deberíamos rebajar la carga autoimpuesta y ¡problema resuelto! No haría falta la virtud de la perseverancia ni los fatigosos entrenamientos ni, por supuesto, la genialidad o dones naturales.

Sin embargo, un pequeño trabajo de introspección nos fuerza a reconocer que, muchas veces, cuando realizamos esta maniobra, algo en nuestro interior nos informa que estamos falseando una realidad. Queramos o no, escucharlo.

El pensamiento, la razón, nuestra capacidad intelectual son herramientas para conducir nuestra conducta, pero no pueden modificar nuestras motivaciones primarias. Muy a nuestro pesar, admitamos que nuestros objetivos, marcados por estas motivaciones, son inalterables en su esencia.

Llegados a este punto, ¿cuál es el cometido de la razón? Simplemente, informarnos de qué conductas son más o menos adecuadas a la consecución de nuestros objetivos. Pero, en ningún caso debemos caer en el error de pensar que el uso correcto de esta herramienta nos asegurará el triunfo. Eso sería creer que el mero propósito asertivo y una alta dosis de voluntad son suficientes, la “moral del éxito”, pensamiento muy propio de los que menciono en mi primer párrafo: ofuscados por el éxito.

Desgraciadamente, todos conocemos el potentísimo papel de otros factores que escapan totalmente a nuestro control, como son la suerte, la herencia biológica, la coyuntura temporal, etc.

JAC dijo...

David, Gracias por tu interesante aportación.

JAC dijo...

Hoy con un poco más de tiempo, o con un poco menos de fatiga semanal voy a intentar aportar algunas ideas complementarias. Parto de la base, de que comparto en buena medida tus reflexiones. Estamos de acuerdo en la que la herramienta es una potente herramienta para muchas cosas, y de que efectivamente sólo el uso adecuado de la misma no nos garantiza el éxito.

O lo que es lo mismo, se impone aquel famoso aforismo matemático que... "es necesario pero no suficiente". O lo que es lo mismo, al adecuado uso de la razón se le deben añadir otros muchos factores.

Tendríamos que discutir en este momento, que es el uso adecuado de la razón. Si aceptamos que ésta reside en nuestro cerebro. Y que sólo el 15% de sus pensamientos (razón en sentido amplio) son conscientes, tenemos un largo camino de mejora hasta conseguir aflorar no solo aquellas ineficiencias del consciente, sino otras, creencias o emociones limitantes que han sido programadas en nuestro inconsciente.

Hecha esta salvedad, lo que puede suponer un uso óptimo de la razón, como condición necesaria sería el equivalente a decir, aquello que depende de mi. Soy responsable de lo que depende de mi. Y esto supone la responsabilidad no solo sobre mis actos sino sobre sus consecuencias. Con ello estoy cada vez más cerca del éxito, o tal vez no. Pero seguro que si no hago este uso de mi razón el éxito no llegará por muy positiva que sea mi herencia, por muy favorable que sea el ambiente o por muchas que sean mis capacidades.

JAC dijo...

Hoy con un poco más de tiempo, o con un poco menos de fatiga semanal voy a intentar aportar algunas ideas complementarias. Parto de la base, de que comparto en buena medida tus reflexiones. Estamos de acuerdo en la que la herramienta es una potente herramienta para muchas cosas, y de que efectivamente sólo el uso adecuado de la misma no nos garantiza el éxito.

O lo que es lo mismo, se impone aquel famoso aforismo matemático que... "es necesario pero no suficiente". O lo que es lo mismo, al adecuado uso de la razón se le deben añadir otros muchos factores.

Tendríamos que discutir en este momento, que es el uso adecuado de la razón. Si aceptamos que ésta reside en nuestro cerebro. Y que sólo el 15% de sus pensamientos (razón en sentido amplio) son conscientes, tenemos un largo camino de mejora hasta conseguir aflorar no solo aquellas ineficiencias del consciente, sino otras, creencias o emociones limitantes que han sido programadas en nuestro inconsciente.

Hecha esta salvedad, lo que puede suponer un uso óptimo de la razón, como condición necesaria sería el equivalente a decir, aquello que depende de mi. Soy responsable de lo que depende de mi. Y esto supone la responsabilidad no solo sobre mis actos sino sobre sus consecuencias. Con ello estoy cada vez más cerca del éxito, o tal vez no. Pero seguro que si no hago este uso de mi razón el éxito no llegará por muy positiva que sea mi herencia, por muy favorable que sea el ambiente o por muchas que sean mis capacidades.